lunes, 28 de julio de 2008

Aquí lo tienes

Otra vez no...
Más de lo mismo...
No es lo que quiero,
ni lo busco.

Ni lo que sueño.
No te arrimes mucho que mi sentido del olfato es traicionero. Y hay miradas que no mienten y esa me eriza el bello.
Por suerte, ya no soy la que era.
Y cuando lo soy me escondo porque arrastro secuelas, malas noches y naúseas.
Que no me vea nadie.
Que nadie lo sepa.

Quizá...
Tal vez...
Puede que... alguna noche queramos escodernos.
Pero sólo una vez que tengo mucho vicio (Gusto especial o demasiado apetito de algo, que incita a usarlo frecuentemente y con exceso.) y bien conocido es el dicho: genio y figura hasta la sepultura.

Tú por si acaso, no te arrimes...

Si me preguntan para quien lo escribí mentiré; como un zorro.

boomp3.com

domingo, 13 de julio de 2008

libre


Es curioso lo ilusorio de las cosas por las que a veces sufrimos. Pero pasa...

Poco a poco
pero definitivamente (con toda la fuerza que transmite un adverbio)
por fin...
las cosas están cambiando.


Y no hay mejor sensación que la de sentirse LIBRE, valga la redundancia.

Poca cosa que escribir, porque no tengo palabras, sólo sensaciones que aprendí y ya no olvidaré. Es cómo volver al origen, al principio, donde todo comenzó y todo debe empezar. Soy YO en estado puro. Es la única forma de explicarlo que tiene sentido para mi.

Sin más que decir... en lo simple se encuentra lo auténtico porque:

Poco a poco
pero definitivamente (con toda la fuerza que transmite un adverbio)
por fin...
las cosas están cambiando.

martes, 1 de julio de 2008

He matado a Cupido...

Fragmento de "Atlas de geografía humana" de Almudena Grandes.

...Quizá los humildes ingredientes de aquel tosco razonamiento de urgencia puedan explicar mejor lo que sucedió que los propios hechos, porque el golpe más duro, el matíz más dificil de aceptar en toda la trayectoria que (...) llegó a proyectar en mi vida, fué precisamente ese, la naturaleza ilógica, imprevisible, de su rechazo, una clave capaz de sostenerme con el mismo vigor en la obsesión y el desconcierto, una copa más amarga que la hiel que llegó a contener nunca, porque en su fondo todavía sedimentan los posos de todos los fracasos que lograron hundirme antes... Y sé bien que no hay excusa que valga, pero también estoy segura de que nadie, en mis circunstancias -género, edad, nacionalidad, y la moraleja de los cuentos que me contaron de pequeña-, habría encontrado la manera de encajar sin daño un desprecio semejante...

... porque yo sólo pensaba en él como un amante ocasional, un figurante oportuno, un recurso eficaz contra el implacable proceso de solidificación de la capa de aburrimiento que barnizaba mi vida, y tal vez, si aquel jueves hubiera contestado al teléfono (él fué quien me dijo que le llamara), todo se habría quedado en eso, y eso en nada, porque no existe riesgo más mortal para un deseo que su ejecución inmediata, un axioma tan reversible como una gabardina de buena calidad, porque no existe incentivo mayor para un deseo que su inmediata frustración, ni frustración mayor que aquella cuyos motivos no se comprenden... Si se trataba de amor, todo abría sido distinto pero, al cabo, aquello sólo era sexo, y al rechazarme, (...) no había rechazado otra cosa que mi cuerpo o, definiéndolo con mayor precisión, eso que ningún hombre rechaza jamás, un plovo fácil. Paradójicamente, eso era lo peor, porque algo más que estupor, un sonrojo emparentado con la vergüenza estricta, primaria, de las adolescentes que asisten a una fiesta para permanecer durante horas sentadas en la misma silla sin que nadie las saque a bailar, se sumaba a la decepción para provocar un abatimiento completo.

Después me propuse despedir bruscamente cualquier duelo, y comencé a reconstruir mis pedazos con el poco amor que me quedaba hacia mi misma y toda la paciencia que me pude imponer. Lo habría conseguido antes de lo que esperaba si una mañana cualquiera, más de tres meses después del primer fracaso, cuando ya había logrado estirpar el eco de su voz de mi cabeza, no hubiera recibido un mensaje...

...cuando llegué a su lado, no supe muy bien que hacer, cómo saludarlo, pero él se acercó y me besó en los labios con mucha naturalidad, ejecutando límpiamente la primera escena de un guión bien aprendido, quizás hasta rutinarío, pero al hacerlo, me permitió recuperar su olor, y ese detalle fué para mi un gesto más valioso que cualquier saludo...

... -Cuánto me alegro de verte...- llegué a escuchar antes de dejar de oir nada, de ver nada, de saber nada, sus manos desmenuzando mi razón, sus lábios bebiéndose mi conciencia, su lengua colonizando la inmensa cavidad que era mi cuerpo, sus sentidos absorbiendo los míos hasta que no quedo nada de mí que fuera yo, excepto el impulso que había decretado esa implacable rendición masiva.

...No podía saber a que horrible especie de soledad me encaminaba...